miércoles, 25 de diciembre de 2013

Nos avisaste con antelación y aun así sigue doliendo pensar que ya no estás. Me gustaría que supieras lo mucho que te estoy echando de menos y el poco consuelo que encuentro en los "lo siento" y las sonrisas o abrazos. Quiero tenerte otra vez a mi lado, pasear por la calle Bailén, maquillarnos juntas y querernos.

jueves, 5 de diciembre de 2013

La memoria del corazón

El dejar de ver a una persona, olvidar que todavía vive y hace su vida, aunque hayáis dejado de compartir experiencias como una habitación o el pupitre de la facultad, ya no es suficiente para que tu cerebro le dé a suprimir. Esa tecla tan anhelada por muchos, nunca ha existido, y aunque la especie humana continúe evolucionando, temo que es una tara que nos acompañará para siempre.

Los olores, la situación espacio-temporal donde nos situamos en un momento, en una estación del año, ese día de la semana, con esa persona, con esa canción... te recuerda que  esa persona formó parte de ti hace tiempo, al volver allí. Y es muy sorprendente que, trozos de esas personas aparezcan en mi mente todos los días. Nuestro umbral emocional dista de unos a otros, y si no has leído nunca mi blog, te digo que lo tengo demasiado sensible. Pero esta entrada no habla de lamentaciones. Intento transmitir esa curiosidad que me produce pensar que hay huellas en nuestro cerebro que por mucho que pase el tiempo,  nunca van a borrarse. Incluso con el Alzheimer las personas no han perdido sus pensamientos, sino que no tienen acceso a ellos.

Después de pensar bastante sobre esto, entristecerme por querer deshacerme de algunos recuerdos, y darme cuenta de lo jodidamente bien hechos que estamos (¡mierda!), me di cuenta de que si mi cerebro no olvida los recuerdos que han pasado a la memoria a largo plazo, el corazón tampoco lo haría.

Soy de las que cree firmemente que el corazón es otro cerebro, y si la gran parte de los pensamientos del sexo masculino, se procesan con su miembro ( una teoría que tampoco refuto); entonces por qué no pensar con el corazón.

Yo pienso con él. Muchas veces no me importa lo racional de mis pensamientos, sino la importancia que les concede él. Yo soy pro-corazonista. Porque aunque la mayoría de las deducciones y reflexiones emocionales las procesa la amígdala, vienen del corazón, y lo sé, porque noto cómo se me acelera cuando tomo mis decisiones, y siempre pongo algo de corazón en ellas..

Mi duda es ésta: Si el cerebro tiene unas conexiones neuronales que se van regenerando, el corazón,   ¿mudará de piel?