jueves, 18 de diciembre de 2014
ultramagnetismos de otro mundo paralelo
Lava, peces, aletas entre electricidad, rostros desfigurados. Velocidad desacompasada con nuestro tiempo, taquicardia, y calor. Mucho calor. Ayer comprendí una parte de mí que aunque terrorífica, me mostró el por qué de mis sueños tan raros, mis miedos al despertar, y vivir soñando despierta. No supe hasta ayer,que, tengo el don de soñar conscientemente, y no hablo de forma metafórica. Mi cuerpo se encontraba dormido, como cuando estoy en la cama, y me despierto de golpe. La diferencia es que ayer soñé despierta, consciente, y creo que no es la primera vez. ¿disociación? no lo sé. Pero ahora entiendo el por qué de mi imaginación.
martes, 16 de diciembre de 2014
Faltas tú
Querida abuela:
Por aquí, todo es muy diferente a cuando te marchaste. Aunque estoy segura de que sabes perfectamente de lo que te hablo. No hay un solo día que no nos acordemos de tí, y aunque en ocasiones quiera hacer como que todo es perfecto, faltas tú. Faltas tú para animarme en mis decisiones como siempre hacías; faltas tú para darme tu opinión sobre todo lo que te contaba. Faltas tú para poner una nota de luz a mi día; siempre te reías, incluso me pinchabas y yo me enfadaba, pero ahora entiendo el valor de tus palabras. Lo echo de menos. Me encantaba tu voz y tu manera de hablar. Hay días en los que se hace insoportable el echarte de menos, y qué de decir del abuelo... él también lo hace, aunque ya lo sabes.
Se acerca el día... y no quiero que llegue.
Te quiero
Por aquí, todo es muy diferente a cuando te marchaste. Aunque estoy segura de que sabes perfectamente de lo que te hablo. No hay un solo día que no nos acordemos de tí, y aunque en ocasiones quiera hacer como que todo es perfecto, faltas tú. Faltas tú para animarme en mis decisiones como siempre hacías; faltas tú para darme tu opinión sobre todo lo que te contaba. Faltas tú para poner una nota de luz a mi día; siempre te reías, incluso me pinchabas y yo me enfadaba, pero ahora entiendo el valor de tus palabras. Lo echo de menos. Me encantaba tu voz y tu manera de hablar. Hay días en los que se hace insoportable el echarte de menos, y qué de decir del abuelo... él también lo hace, aunque ya lo sabes.
Se acerca el día... y no quiero que llegue.
Te quiero
jueves, 27 de noviembre de 2014
The bright light is lying down
The earth and the sea and the sky
Is at rest with the ocean
And the days go by
They go into the seas that have no shores
Haunted by that same closed door
Looking up at skies on fire
Leaving nothing left of us
To discover
And the planets of the universe
Go their way
Not astounded by the sun or the moon
Or by the day
You and I will simply disappear
Out of sight
But I'm afraid soon there'll be
No light
No doubt, no pain
Come ever again, well
Let there be light in this lifetime
In the cool, silent moments of the nighttime
We will never change again
The way that we are changing
Well, you'll forget the chill of love
But not the strain
Now I know
Well, I was wrong
To live for a dream
If I had my life to live over
I would never dream, no
I still wish you gone
And I will live alone
Yes, I will live alone
You will never love again
The way you love me
You will never rule again
The way you ruled me
You will never change again
The way you're changing
domingo, 28 de septiembre de 2014
(Los traumas se revelan en sueños)
Parte V. La grieta de la pared
La sinceridad se me desnudó en el sótano de la casa de la montaña, la que habíamos elegido como lugar para refugiarnos. Con la maleta en la espalda, elegí el sótano para dormir.
Después de unos días, se convirtió en mi refugio para reformar el piso de arriba, y en uno de esos momentos de contemplación a los que acostumbraba sumirme, la zona del antiguo minibar (y zona de besos apasionados y metidas de mano de los 70) comenzó a deslumbrarme y a hacerme daño en los ojos. Aquella electricidad provocada por el mármol brillante del suelo, me metió en una realidad paralela donde decidí entrar a husmear.
Me hallaba en esa sala, unos años antes, junto a mi hermana. Recuerdo las camisetas con gallinas y los petos vaqueros naranjas como si de una foto se tratasen. Me encontraba de pie, observándonos a nosotras en la fotografía, jugando en aquel sótano. Tomo conciencia de la realidad cuando me doy cuenta de que lo que miraba no era una imagen, sino un recuerdo que, unas décimas de segundo más tarde, tomaban vida. Nos encontrábamos jugando en aquel sótano con nuestras bicicletas. Ellas me miran, sonriendo como si estuviera allí durante todo el rato anterior, como si mi yo actual mirase a través de los ojos de un personaje que les grababa en video.
Recuerdo que las niñas se paraban a decir tonterías a la cámara y se hacían burla mutuamente, para posteriormente desternillarse y continuar dando vueltas en sus bicicletas.
Después de unos instantes contemplando esto, mi antiguo cuerpo y mi hermana, nos paramos a mirar unas columnas de madera que se encontraban allí, y que continuaban en aquel lugar a día de hoy.
Y el terror recorrió todo mi cuerpo de veintitantos, para comprender uno de mis más temidos temores, que marcaron mi niñez y jamás se me pudo revelar hasta este día al que me refiero en mi texto.
Eran unas niñas pequeñas que se hallaban detrás de las columnas, unas niñas con aspecto primitivo y el pelo muy largo y rizado. No eran personas normales, pero si de la misma altura que Clara y yo.
Una puerta se cerró de golpe, y esas niñas desaparecieron. Me volvía a encontrar en la habitación, en 2013.
Algo malo pasaba, sentía que había recibido aquella información por protegerme de algo. Sin duda así había sido, pues esas niñas, ya no eran tan niñas, y se volvieron a aparecer entre las columnas, ahora más oscuras, un día de lluvia, yo allí sola.
Parte VI. El simulador virtual
Tras lo acontecido en el sótano, mi vida, supongo, siguió sus pasos. Celebramos una fiesta de reapertura de la casa en obras, invitamos a casi toda la familia.
Un amigo de mi tío, hermano de mi madre, solía recorrerse mercados de la ciudad en búsqueda de objetos curiosos para después revenderlos. Normalmente nos hacia demostraciones cada vez que nos juntábamos todos, con los artículos hallados, como si de un show de magia se tratase.
Aquel día nos trajo una cajita de madera blanca muy simple, pero que según el, era el mejor tesoro encontrado en su vida de coleccionista.
Me invitó a mí a que lo tocase con mis manos, dijo que no debía hacer nada para que funcionase.
Volví a sentir el magnetismo del sótano al tocar la pequeña caja, y un minuto más tarde, mi abuela Maru se había unido al festín.
Miraba a mi alrededor, nadie percibía nada, yo en cambio me miraba con ella, ella se reía y no paraba. La verdad es que no era capaz de comprender aquella pantomima, pensé que se trataba de una broma y rompí a llorar.
Ella alargó su mano a través de la mesa para tocarme y acariciarme y así tranquilizarme. Ella era real.
Me acerque a su cuello y, para mi desdicha, no olía a nada. Se dio cuenta de las lágrimas en mis ojos y sonrió de nuevo. Volví a grabar a fuego cada arruga, que eran bien pocas, de su piel tersa y suave. Recordé de nuevo su eye-liner y sus mejillas bien maquilladas. Recordé como era su risa, me vino a la mente y a la nariz después, su perfume, y recordé como era su pelo. Me acorde de que yo me parecía a ella, me besó y desapareció.
La sinceridad se me desnudó en el sótano de la casa de la montaña, la que habíamos elegido como lugar para refugiarnos. Con la maleta en la espalda, elegí el sótano para dormir.
Después de unos días, se convirtió en mi refugio para reformar el piso de arriba, y en uno de esos momentos de contemplación a los que acostumbraba sumirme, la zona del antiguo minibar (y zona de besos apasionados y metidas de mano de los 70) comenzó a deslumbrarme y a hacerme daño en los ojos. Aquella electricidad provocada por el mármol brillante del suelo, me metió en una realidad paralela donde decidí entrar a husmear.
Me hallaba en esa sala, unos años antes, junto a mi hermana. Recuerdo las camisetas con gallinas y los petos vaqueros naranjas como si de una foto se tratasen. Me encontraba de pie, observándonos a nosotras en la fotografía, jugando en aquel sótano. Tomo conciencia de la realidad cuando me doy cuenta de que lo que miraba no era una imagen, sino un recuerdo que, unas décimas de segundo más tarde, tomaban vida. Nos encontrábamos jugando en aquel sótano con nuestras bicicletas. Ellas me miran, sonriendo como si estuviera allí durante todo el rato anterior, como si mi yo actual mirase a través de los ojos de un personaje que les grababa en video.
Recuerdo que las niñas se paraban a decir tonterías a la cámara y se hacían burla mutuamente, para posteriormente desternillarse y continuar dando vueltas en sus bicicletas.
Después de unos instantes contemplando esto, mi antiguo cuerpo y mi hermana, nos paramos a mirar unas columnas de madera que se encontraban allí, y que continuaban en aquel lugar a día de hoy.
Y el terror recorrió todo mi cuerpo de veintitantos, para comprender uno de mis más temidos temores, que marcaron mi niñez y jamás se me pudo revelar hasta este día al que me refiero en mi texto.
Eran unas niñas pequeñas que se hallaban detrás de las columnas, unas niñas con aspecto primitivo y el pelo muy largo y rizado. No eran personas normales, pero si de la misma altura que Clara y yo.
Una puerta se cerró de golpe, y esas niñas desaparecieron. Me volvía a encontrar en la habitación, en 2013.
Algo malo pasaba, sentía que había recibido aquella información por protegerme de algo. Sin duda así había sido, pues esas niñas, ya no eran tan niñas, y se volvieron a aparecer entre las columnas, ahora más oscuras, un día de lluvia, yo allí sola.
Parte VI. El simulador virtual
Tras lo acontecido en el sótano, mi vida, supongo, siguió sus pasos. Celebramos una fiesta de reapertura de la casa en obras, invitamos a casi toda la familia.
Un amigo de mi tío, hermano de mi madre, solía recorrerse mercados de la ciudad en búsqueda de objetos curiosos para después revenderlos. Normalmente nos hacia demostraciones cada vez que nos juntábamos todos, con los artículos hallados, como si de un show de magia se tratase.
Aquel día nos trajo una cajita de madera blanca muy simple, pero que según el, era el mejor tesoro encontrado en su vida de coleccionista.
Me invitó a mí a que lo tocase con mis manos, dijo que no debía hacer nada para que funcionase.
Volví a sentir el magnetismo del sótano al tocar la pequeña caja, y un minuto más tarde, mi abuela Maru se había unido al festín.
Miraba a mi alrededor, nadie percibía nada, yo en cambio me miraba con ella, ella se reía y no paraba. La verdad es que no era capaz de comprender aquella pantomima, pensé que se trataba de una broma y rompí a llorar.
Ella alargó su mano a través de la mesa para tocarme y acariciarme y así tranquilizarme. Ella era real.
Me acerque a su cuello y, para mi desdicha, no olía a nada. Se dio cuenta de las lágrimas en mis ojos y sonrió de nuevo. Volví a grabar a fuego cada arruga, que eran bien pocas, de su piel tersa y suave. Recordé de nuevo su eye-liner y sus mejillas bien maquilladas. Recordé como era su risa, me vino a la mente y a la nariz después, su perfume, y recordé como era su pelo. Me acorde de que yo me parecía a ella, me besó y desapareció.
lunes, 22 de septiembre de 2014
En tonos tierra
Patrones repetitivos absurdos se apoderan de nosotros. Lo estúpido de todos los días se repite pasado mañana, y también el año que viene. Todo puede cambiar, prometen,pero si vosotros conocierais los secretos que yo conozco,os haría cambiar de opinión.
Por otro lado, el patrón se repite cada septiembre, un sol y sombra se apoderan del cuerpo que no sabe si hace frío, o si es que es de hielo. O es que la frialdad de sus palabras le alejan cada día más de la realidad.
Ante todo, deseaba que llegara el otoño, los cambios por lo menos en esta estación son más evidentes ( aunque después todo vuelva a ser igual, tal como es siempre)
Por otro lado, el patrón se repite cada septiembre, un sol y sombra se apoderan del cuerpo que no sabe si hace frío, o si es que es de hielo. O es que la frialdad de sus palabras le alejan cada día más de la realidad.
Ante todo, deseaba que llegara el otoño, los cambios por lo menos en esta estación son más evidentes ( aunque después todo vuelva a ser igual, tal como es siempre)
lunes, 25 de agosto de 2014
lunes, 28 de julio de 2014
viernes, 27 de junio de 2014
sábado, 7 de junio de 2014
No tiene nada que ver
El enigma de la desigualdad. parte I
Me hallaba en la nueva casa. El trayecto hacia ella fue liberador. Nunca supe a dónde me dirigía, tan solo me dejaba guiar por el bullicio de los pasajeros en el autobús, y el panel que indica la próxima parada. Era septiembre y algo me hacía recordar nada nunca antes había sido igual, y que lo que comenzaba mucho se alejaba de mi vida pasada. Nunca trato de crear expectativas aunque sin quererlo el cerebro quiera guiarte por ese camino a la creación de un plan.
Nada más bajar me paré a observar mi nuevo hogar. Aquella instantánea, observada desde la lejanía, me daba demasiadas imágenes de lo que en un futuro podría convertirse en realidad. Era el primero de los pasos a mi vida nueva, después de lo que pasó hacia tan solo unos meses. Entré en el portal y en la hall se colaban los últimos rayos de un sol a punto de no ser lo suficientemente cálido, tan típico de ese mes. Dejé mi bolsa en el suelo y me senté a observar. Lo observé tan profundamente que ahora lo recuerdo todo demasiado real y perfecto. Al mirar por el hueco de la entrada, justo en la parte izquierda me topé con una pequeña salita de techo bajo. Se encontraba plagada de libros y documentos llenos de polvo. Nunca entendí qué me llevó a entrometerme entre ellos pero sólo recuerdo con perfecta nitidez el libro rojo.
El libro rojo. Parte II:
Tras soplarlo con mucha fuerza me hallaba metida en un libro que me atrapó. Al llegar al capítulo 4, me encontré con una hojita en papel reciclado en la que había algo escrito. me entraron ganas de no desdoblarlo, pensando que sería de un antiguo inquilino pero algo me decía que otra persona quería que lo leyera, ya que iba destinado a mí. En la nota aparecía una dirección y un nombre: Sara. Me decía que debíamos reunirnos urgentemente y que no debía comentar a nadie nuestro encuentro. Como si de una peli se tratara, miré hacia todos los rincones buscando que nadie me hubiera pillado in fraganti con aquella nota. Lo peor, es que si que había un chico en la entrada observándome desde el escalón. le sonreí y me presenté. Era Diego, el vecino del 2º B.
La colmena. Parte III:
Conversar cordialmente siempre se me ha dado muy bien. Asique, tras poner la mejor de las sonrisas forzadas, presentarme como la nueva vecina y tener una conversación fugaz, me apresuré en entrar en casa. Todavía se hallaba vacía, tan solo con los libros de la oposición, mi motivo de haberme cambiado de dirección, en búsqueda de paz y tranquilidad.
Necesitaba dormir. Me hallaba dormitando entre el olor de las velas y los audios de relajación, cuando me fijé en un ruido que no me resultaba especialmente común. Buscando una explicación y a regañadientes, me dispuse a dar con el ruido que no me dejaba dormir. Y ahí estaba, encima de la ventana que daba al bosque: una colmena de abejas que me resultaba bastante irritante.
La cura de un duelo. Parte IV:
Aunque pasó por mi cabeza investigar aquel papel y rebuscar entre los libros viejos más información, mi vida aburrida me lo impedía. Me encontraba iniciándome en la aventura PIR. Nunca demasiado arriesgada, siempre vagando en la vida sin tomar decisiones definitivas. Así era yo. En aquel momento, más que una oposición necesitaba un universo paralelo para habitar. El drama siempre tuvo un papel importante en mi vida, asique mandado todo al garete, decidí curarme en soledad. Elegí un lugar cercano a mi familia, pero no lo demasiado como para recibir demasiadas visitas. Los meses pasados habían sido una locura y abandoné a mi terapeuta. No quería afrontar acompañada lo que en mi interior se había resistido a salir. Y es que desde hacía más de 365 días, me hallaba en la oscuridad.
Me hallaba en la nueva casa. El trayecto hacia ella fue liberador. Nunca supe a dónde me dirigía, tan solo me dejaba guiar por el bullicio de los pasajeros en el autobús, y el panel que indica la próxima parada. Era septiembre y algo me hacía recordar nada nunca antes había sido igual, y que lo que comenzaba mucho se alejaba de mi vida pasada. Nunca trato de crear expectativas aunque sin quererlo el cerebro quiera guiarte por ese camino a la creación de un plan.
Nada más bajar me paré a observar mi nuevo hogar. Aquella instantánea, observada desde la lejanía, me daba demasiadas imágenes de lo que en un futuro podría convertirse en realidad. Era el primero de los pasos a mi vida nueva, después de lo que pasó hacia tan solo unos meses. Entré en el portal y en la hall se colaban los últimos rayos de un sol a punto de no ser lo suficientemente cálido, tan típico de ese mes. Dejé mi bolsa en el suelo y me senté a observar. Lo observé tan profundamente que ahora lo recuerdo todo demasiado real y perfecto. Al mirar por el hueco de la entrada, justo en la parte izquierda me topé con una pequeña salita de techo bajo. Se encontraba plagada de libros y documentos llenos de polvo. Nunca entendí qué me llevó a entrometerme entre ellos pero sólo recuerdo con perfecta nitidez el libro rojo.
El libro rojo. Parte II:
Tras soplarlo con mucha fuerza me hallaba metida en un libro que me atrapó. Al llegar al capítulo 4, me encontré con una hojita en papel reciclado en la que había algo escrito. me entraron ganas de no desdoblarlo, pensando que sería de un antiguo inquilino pero algo me decía que otra persona quería que lo leyera, ya que iba destinado a mí. En la nota aparecía una dirección y un nombre: Sara. Me decía que debíamos reunirnos urgentemente y que no debía comentar a nadie nuestro encuentro. Como si de una peli se tratara, miré hacia todos los rincones buscando que nadie me hubiera pillado in fraganti con aquella nota. Lo peor, es que si que había un chico en la entrada observándome desde el escalón. le sonreí y me presenté. Era Diego, el vecino del 2º B.
La colmena. Parte III:
Conversar cordialmente siempre se me ha dado muy bien. Asique, tras poner la mejor de las sonrisas forzadas, presentarme como la nueva vecina y tener una conversación fugaz, me apresuré en entrar en casa. Todavía se hallaba vacía, tan solo con los libros de la oposición, mi motivo de haberme cambiado de dirección, en búsqueda de paz y tranquilidad.
Necesitaba dormir. Me hallaba dormitando entre el olor de las velas y los audios de relajación, cuando me fijé en un ruido que no me resultaba especialmente común. Buscando una explicación y a regañadientes, me dispuse a dar con el ruido que no me dejaba dormir. Y ahí estaba, encima de la ventana que daba al bosque: una colmena de abejas que me resultaba bastante irritante.
La cura de un duelo. Parte IV:
Aunque pasó por mi cabeza investigar aquel papel y rebuscar entre los libros viejos más información, mi vida aburrida me lo impedía. Me encontraba iniciándome en la aventura PIR. Nunca demasiado arriesgada, siempre vagando en la vida sin tomar decisiones definitivas. Así era yo. En aquel momento, más que una oposición necesitaba un universo paralelo para habitar. El drama siempre tuvo un papel importante en mi vida, asique mandado todo al garete, decidí curarme en soledad. Elegí un lugar cercano a mi familia, pero no lo demasiado como para recibir demasiadas visitas. Los meses pasados habían sido una locura y abandoné a mi terapeuta. No quería afrontar acompañada lo que en mi interior se había resistido a salir. Y es que desde hacía más de 365 días, me hallaba en la oscuridad.
martes, 27 de mayo de 2014
Detalles sin forma
Ayer me miraste a los ojos y me dijiste que mi mirada estaba triste. Y es que, nunca nadie antes había llegado a leerme con sólo fijarse en mis ojos (y las historias que entrañan bajo sus párpados).
Sentí que no te tenía que explicar nada, porque tú ya lo sabías. Asique simplemente sonreí y me bebí la copa de vino de un trago.
domingo, 11 de mayo de 2014
lunes, 14 de abril de 2014
todo lo que es táctil ( y aquello que imaginas que lo es, también)
Cuando echar de menos es tan infinito que te ha robado parte de tu identidad. Cuando existe una parte limitante de ti mismo que te empuja hacia la tierra para ser más consciente de todo. No sé qué está cambiando. Creo que todo ha cambiado y ni yo me reconozco. Ojalá juntáramos nuestras huellas dactilares para poder reconocernos.
jueves, 30 de enero de 2014
22.12.2013 ❤
Buscando recovecos de ti. Un olor, un guiño de tu ojo, una sonrisa, una nota de tu voz; rebuscando en los rincones trocitos de ti. Pero en realidad ahora lo que de verdad importa es lo que sentimos por dentro al recordarte. Al recordar tu olor, tu mirada, tu sonrisa, tu voz. Para mi la esencia es esa, el amor que todos sentimos al cerrar los ojos.
miércoles, 29 de enero de 2014
"Esta noche mientras dormías te he estado observando. Bueno, en realidad no ha sido mientras dormías ha sido un poco toda la noche...Viniendo para acá, en tu portal...incluso en la fiesta antes de que te acercases a hablar conmigo. Yo ya te habia visto. Estabas con una chica muy guapa. Quería ir a hablar contigo pero fui incapaz. Pensé que....daría cualquier cosa porque te acercases tú. Y luego has venido y yo no me lo podía creer.¿Sabes por qué no te creía? Porque de mí nunca nadie se ha enamorado"
Roca
Pero ni el tiempo, ni la más verdadera de las intenciones, conseguirán borrar las huellas que llegan al alma. Esas que te quitan el aliento, y penetran tan fuerte que duelen.
jueves, 23 de enero de 2014
Vete
El amor
es algo bello que estropeas sin darte cuenta,
Te di
mi vida entera, mis besos, y ahora te alejas
Qué quieres de mí
qué quieres que yo haga más por ti
todo el amor que yo tenía te lo di
qué quieres de mí
vete, me has hecho daño
vete, estás vacío
vete lejos de aquí
vete con tus mentiras
vete, me has hecho daño
vete lejos de aquí
recuerdo
aquellos días en que tú por mí vivías
destruiste
ese amor que te di con minución
confiaba en ti
yo pensaba que era todo para ti
y ahora te alejas sin decirme un adiós
qué quieres de mí
qué quieres de mí
miércoles, 15 de enero de 2014
Las ventosas
La pureza de un cuerpo frente al otro; sin nada que temer, sin nada de lo que avergonzarse. Todo el cuerpo se dispara para perderse en el del otro, para caerse, arrugar los músculos, sentir los poros dilatarse y dejar paso a la piel gallina. Como si por un momento latieras con el corazón del otro, sintieras por él, murieras por él. Como cuando besas sin mesura y te conviertes en algo salvaje. Eso para mí es querer.
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