Miraba hacia arrriba y las personas de mi alrededor por más que alzaran la voz, eran figuras sin vida para mí. Me encontraba fascinada por mi egoísmo, los árboles los iban a taladrar y yo allí plantada sin haberlos mirado jamás. Las cosas que me pierdo por ir pensando en absurdeces, al final sin ninguna importancia, y lo que sufrí yo aquel día al pensar que esos árboles estaban muertos. ¡Gracias a Dios! hay personas bondadosas que sí que los miraron y se dieron cuenta de que quizás se desplomaran de un momento a otro.
pues todo eso pasa con todo. ¡ Y yo sin mirar! La observación y los detalles tan preciosos que nos rodean y que tan poco valor les damos.
Cuando volví de la universidad, allí, en el Parque del Oeste, no quedaba ninguno de esos árboles, altos y viejos. Y jamás podré volver a verlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario