viernes, 27 de junio de 2014

“Quizá lo que me diferencia de la mayor parte de la gente es que siempre le he pedido más a la puesta de sol. Colores más espectaculares cuando el sol toca el horizonte. Quizá ése sea mi único pecado.” 

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Era como si todo el cuerpo estuviera lleno de soledad. Y de lágrimas

sábado, 7 de junio de 2014

No tiene nada que ver

El enigma de la desigualdad. parte I
Me hallaba en la nueva casa. El trayecto hacia ella fue liberador. Nunca supe a dónde me dirigía, tan solo me dejaba guiar por el bullicio de los pasajeros en el autobús, y el panel que indica la próxima parada. Era septiembre y algo me hacía recordar nada nunca antes había sido igual, y que lo que comenzaba mucho se alejaba de mi vida pasada. Nunca trato de crear expectativas aunque sin quererlo el cerebro quiera guiarte por ese camino a la creación de un plan.
Nada más bajar me paré a observar mi nuevo hogar. Aquella instantánea, observada desde la lejanía, me daba demasiadas imágenes de lo que en un futuro podría convertirse en realidad. Era el primero de los pasos a mi vida nueva, después de lo que pasó hacia tan solo unos meses. Entré en el portal y en la hall se colaban los últimos rayos de un sol a punto de no ser lo suficientemente cálido, tan típico de ese mes. Dejé mi bolsa en el suelo y me senté a observar. Lo observé tan profundamente que ahora lo recuerdo todo demasiado real y perfecto. Al mirar por el hueco de la entrada, justo en la parte izquierda me topé con una pequeña salita de techo bajo. Se encontraba plagada de libros y documentos llenos de polvo. Nunca entendí qué me llevó a entrometerme entre ellos pero sólo recuerdo con perfecta nitidez el libro rojo.

El libro rojo. Parte II:
Tras soplarlo con mucha fuerza me hallaba metida en un libro que me atrapó. Al llegar al capítulo 4, me encontré con una hojita en papel reciclado en la que había algo escrito. me entraron ganas de no desdoblarlo, pensando que sería de un antiguo inquilino pero algo me decía que otra persona quería que lo leyera, ya que iba destinado a mí. En la nota aparecía una dirección y un nombre: Sara. Me decía que debíamos reunirnos urgentemente y que no debía comentar a nadie nuestro encuentro. Como si de una peli se tratara, miré hacia todos los rincones buscando  que nadie me hubiera pillado in fraganti con aquella nota. Lo peor, es que si que había un chico en la entrada observándome desde el escalón. le sonreí y me presenté. Era Diego, el vecino del 2º B.


La colmena. Parte III:
Conversar cordialmente siempre se me ha dado muy bien. Asique, tras poner la mejor de las sonrisas forzadas, presentarme como la nueva vecina y tener una conversación fugaz, me apresuré en entrar en casa. Todavía se hallaba vacía, tan solo con los libros de la oposición, mi motivo de haberme cambiado de dirección, en búsqueda de paz y tranquilidad.
Necesitaba dormir. Me hallaba dormitando entre el olor de las velas y los audios de relajación, cuando me fijé en un ruido que no me resultaba especialmente común. Buscando una explicación y a regañadientes, me dispuse a dar con el ruido que no me dejaba dormir. Y ahí estaba, encima de la ventana que daba al bosque: una colmena de abejas que me resultaba bastante irritante.


La cura de un duelo. Parte IV:
Aunque pasó por mi cabeza investigar aquel papel y rebuscar entre los libros viejos más información, mi vida aburrida me lo impedía. Me encontraba iniciándome en la aventura PIR. Nunca demasiado arriesgada, siempre vagando en la vida sin tomar decisiones definitivas. Así era yo. En aquel momento, más que una oposición necesitaba un universo paralelo para habitar. El drama siempre tuvo un papel importante en mi vida, asique mandado todo al garete, decidí curarme en soledad. Elegí un lugar cercano a mi familia, pero no lo demasiado como para recibir demasiadas visitas. Los meses pasados habían sido una locura y abandoné a mi terapeuta. No quería afrontar acompañada lo que en mi interior se había resistido a salir. Y es que desde hacía más de 365 días, me hallaba en la oscuridad.