martes, 26 de diciembre de 2017

Me acuerdo que yo en la universidad no era una chica demasiado responsable. Qué cosas. ¿Eh? Precisamente lo contrario que ahora.
Solía fijarme en personas centradas, que calmaran mis hormonas y para qué engañar, mi absoluta inmadurez e inestabilidad emocional.
Entonces le encontré: sonreía tras un bigote perfectamente peinado, vestía con jerséis originales en tonos tierra y era la ternura personificada. Muchas veces pensaba que seguro que se le daba bien bailar y tocar algún instrumento.
Aunque no pasaba mucho por clase, solía también, visitar la librería, aunque nunca llevaba (ni ahorraba) dinero. Y fue allí donde le encontré. Trabajaba en la librería, en el horario de siempre, a excepción del viernes. No le conocía de nada, pero era tan fácil de leer, y además era tímido y encantador, que parecía que nos conocíamos desde hacía tiempo.
Me acuerdo también de verle ir a coger el A, con un maletín de piel, y dejaba asomar por fin sus pitillos y zapatos de cordones. Todo un caballero, seguro que leía mucho y sabía de música buena.
Yo no era de saludar, pero a él sí.
Un día de 2010 nunca volvió, y siempre me quedé con ganas de saber: ¿por qué?
Todo bien. Simplemente paso por aquí por mantener la tradición del blog. Ahora escribo en libreta, y he empezado a cambiar la temática.
Sin embargo, quería dedicarte a ti en especial algunas letras:

No me olvido de ti, me acompañas cada día. Fue el 22 de diciembre del 13, pero te sigo buscando, esperando, queriendo, extrañando. Aunque es soportable, es insoportable echarte tanto de menos. ¿Qué hago? Te quiero.