domingo, 28 de septiembre de 2014

(Los traumas se revelan en sueños)

Parte V. La grieta de la pared
La sinceridad se me desnudó en el sótano de la casa de la montaña, la que habíamos elegido como lugar para refugiarnos. Con la maleta en la espalda, elegí el sótano para dormir.
Después de unos días, se convirtió en mi refugio para reformar el piso de arriba, y en uno de esos momentos de contemplación a los que acostumbraba sumirme, la zona del antiguo minibar (y zona de besos apasionados y metidas de mano de los 70) comenzó a deslumbrarme y a hacerme daño en los ojos. Aquella electricidad provocada por el mármol brillante del suelo, me metió en una realidad paralela donde decidí entrar a husmear.
Me hallaba en esa sala, unos años antes, junto a mi hermana. Recuerdo las camisetas con gallinas y los petos vaqueros naranjas como si de una foto se tratasen. Me encontraba de pie, observándonos a nosotras en la fotografía, jugando en aquel sótano. Tomo conciencia de la realidad cuando me doy cuenta de que lo que miraba no era una imagen, sino un recuerdo que, unas décimas de segundo más tarde, tomaban vida. Nos encontrábamos jugando en aquel sótano con nuestras bicicletas. Ellas me miran, sonriendo como si estuviera allí durante  todo el rato anterior, como si mi yo actual mirase a través de los ojos de un personaje que les grababa en video.
Recuerdo que las niñas se paraban a decir tonterías a la cámara y se hacían burla mutuamente, para posteriormente desternillarse y continuar dando vueltas en sus bicicletas.
Después de unos instantes contemplando esto, mi antiguo cuerpo y mi hermana, nos paramos a mirar unas columnas de madera que se encontraban allí, y que continuaban en aquel lugar a día de hoy.
Y el terror recorrió todo mi cuerpo de veintitantos, para comprender uno de mis más temidos temores, que marcaron mi niñez y jamás se me pudo revelar hasta este día al que me refiero en mi texto.
Eran unas niñas pequeñas que se hallaban detrás de las columnas, unas niñas con aspecto primitivo y el pelo muy largo y rizado. No eran personas normales, pero si de la misma altura que Clara y yo.
Una puerta se cerró de golpe, y esas niñas desaparecieron. Me volvía a encontrar en la habitación, en 2013.
Algo malo pasaba, sentía que había recibido aquella información por protegerme de algo. Sin duda así había sido, pues esas niñas, ya no eran tan niñas, y se volvieron a aparecer entre las columnas, ahora más oscuras, un día de lluvia, yo allí sola.


Parte VI. El simulador virtual
Tras lo acontecido en el sótano, mi vida, supongo, siguió sus pasos. Celebramos una fiesta de reapertura de la casa en obras, invitamos a casi toda la familia.
Un amigo de mi tío, hermano de mi madre, solía recorrerse mercados de la ciudad en búsqueda de objetos curiosos para después revenderlos. Normalmente nos hacia demostraciones cada vez que nos juntábamos todos, con los artículos hallados, como si de un show de magia se tratase.
Aquel día nos trajo una cajita de madera blanca muy simple, pero que según el, era el mejor tesoro encontrado en su vida de coleccionista.
Me invitó a mí a que lo tocase con mis manos, dijo que no debía hacer nada para que funcionase.
Volví a sentir el magnetismo del sótano al tocar la pequeña caja, y un minuto más tarde, mi abuela Maru se había unido al festín.
Miraba a mi alrededor, nadie percibía nada, yo en cambio me miraba con ella, ella se reía y no paraba. La verdad es que no era capaz de comprender aquella pantomima, pensé que se trataba de una broma y rompí a llorar.
Ella alargó su mano a través de la mesa para tocarme y acariciarme y así tranquilizarme. Ella era real.
Me acerque a su cuello y, para mi desdicha, no olía a nada. Se dio cuenta de las lágrimas en mis ojos y sonrió de nuevo. Volví a grabar a fuego cada arruga, que eran bien pocas, de su piel tersa y suave. Recordé de nuevo su eye-liner y sus mejillas bien maquilladas. Recordé como era su risa, me vino a la mente y a la nariz después, su perfume, y recordé como era su pelo. Me acorde de que yo me parecía a ella, me besó y desapareció.



lunes, 22 de septiembre de 2014

En tonos tierra

Patrones repetitivos absurdos se apoderan de nosotros. Lo estúpido de todos los días se repite pasado mañana, y también el año que viene. Todo puede cambiar, prometen,pero si vosotros conocierais los secretos que yo conozco,os haría cambiar de opinión.
Por otro lado, el patrón se repite cada septiembre, un sol y sombra se apoderan del cuerpo que no sabe si hace frío, o si es que es de hielo. O es que la frialdad de sus palabras le alejan cada día más de la realidad.
Ante todo, deseaba que llegara el otoño, los cambios por lo menos en esta estación son más evidentes ( aunque después todo vuelva a ser igual, tal como es siempre)