miércoles, 15 de febrero de 2012

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Érase una vez...
La misma historia de siempre: chica esperando ese nosequé
Sería muy cruel olvidar los detalles que ayudan a componer la (dichosa) escena: un corazón cada vez más pequeño (hecho miniatura), el cuerpo congelado y la piel agrietada, los ojos chirriosos de tanto usar, el ímpetu encarcelado, las ojeras en ebullición.
Y por qué tanta nostalgia? porque las decepciones han ayudado a que mi persona se pare. me he frenado en seco y creo que me he parado del todo. debería acompasarme al ritmo del mundo vertiginoso en el que vivo pero aseguro que no encuentro el equilibrio. me tropiezo a cada paso que doy.
En realidad miento. ni siquiera doy esos putos pasos porque no soy lo suficientemente valiente.

Me dispogo a fumarme la cajetilla entera en unos cinco minutos. Autocontrol cero.

4 comentarios:

  1. yo he estado asi no merece la pena... solo haces que llorar, sentirte una mierda, pensar que eres inútil, es ilogico, porque intenta cambiar la forma en la que ves las cosas, quizás todo esto te supera, pero todo tiene solución y a veces las cosas no son tan malas como las vemos...

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  2. ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA:

    Princesa enamorada sin ser correspondida.
    Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
    La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
    a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

    Eras una paloma con alma gigantesca
    cuyo nido fue sangre del suelo castellano,
    derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
    y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

    Soñabas que tu amor fuera como el infante
    que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
    Y en vez de flores, versos y collares de perlas,
    te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.

    Tenías en el pecho la formidable aurora
    de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto,
    como alondra que mira quebrarse el horizonte,
    se torna de repente monótono y amargo.

    Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.
    Y oprime la salmodia del coro cartujano.
    Y choca con los ecos de las lentas campanas
    perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

    Tenías la pasión que da el cielo de España.
    La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
    ¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo,
    con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

    Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,
    ni el laúd juglaresco que solloza lejano.
    Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata
    y un eco de trompeta su acento enamorado.

    Y, sin embargo, estabas para el amor formada,
    hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,
    para llorar tristeza sobre el pecho querido
    deshojando una rosa de olor entre los labios.

    Para mirar la luna bordada sobre el río
    y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño
    y mirar los eternos jardines de la sombra,
    ¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

    ¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?
    O se enredan serpientes a tus senos exhaustos...
    ¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
    ¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?

    En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,
    tendrás el corazón partido en mil pedazos.
    Y Granada te guarda como santa reliquia,
    ¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

    Eloisa y Julieta fueron dos margaritas,
    pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado
    que vino de la tierra dorada de Castilla
    a dormir entre nieve y ciprerales castos.

    Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
    los cipreses, tus cirios; la sierra, tu retablo.
    Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,
    ¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!

    Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
    la de las torres viejas y del jardín callado,
    la de la yedra muerta sobre los muros rojos,
    la de la niebla azul y el arrayán romántico.

    Princesa enamorada y mal correspondida.
    Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
    La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
    a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

    Federico García Lorca.


    El poema de un genial García Lorca es triste, como Miércoles Addams y la entrada que has escrito.

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  3. A veces, complicamos demasiado las cosas. Pocas veces se sienten ciertas cosas que queman, que se sienten tanto que duelen de lo intensas que son y no hacemos más que contaminarlo buscando fallos que nos impidan ser felices. Realmente, lo que nos impide ser felices somos nosotros mismos. Nos intentamos autoconvencer de que puede haber algo mejor fuera y olvidamos el valor de lo que significa entregarse.

    No es cuestión de conformarse, si no de amar y disfrutar de lo que nos ofrecen y nos hace sentirnos casi completos.

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