lunes, 2 de septiembre de 2013

Perder el equilibrio

Decir adiós a tu propio yo jamás había sido tan difícil; y no es que me esté despidiendo, sino que me ha sucedido el peor de los ahogos con el que alguien se pueda encontrar: dar con tu número primo, ese que sólo se encuentra una vez (sólo si eres afortunado). Lo difícil de mi historia es que esa persona es mi vivo retrato años atrás, y no soy capaz de retomar mi antiguo yo. Quizás sienta una debilidad hacia él, porque quiero que evolucione como yo lo hice. Mis ganas de proporcionarle un lugar mejor me están robando la energía absolutamente. Tanto, que llevo 278 días en la oscuridad. Por dentro no paro de tener taquicardia, y lo peor es el sentimiento de frustración cuando depositas confianza en alguien, y esa confianza se vuelve cenizas. Es la situación de indefensión que se crea, la cara de estúpida y la inferioridad con la que me hace sentir. Yo siempre he querido lo mejor para él, pero veo que le importo poco, si fuera al contrario, seguiría por ese camino que le ayudé a construir, (o al menos le intenté indicar). Afrontar que vas a seguir sola no es agradable pero sin duda es la forma de salir a flote y empezar a nadar.

 Adiós.



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